La Traviata

Violeta es una de las heroínas más icónicas de la
ópera. Sin embargo, el estreno de La Traviata
escandalizó por su crítica a la burguesía y sus vicios,
resultando en un fracaso inicial. Esta obra, basada en
un texto contemporáneo, anticipa los dramas de la
escuela realista.
La partitura muestra a Verdi en su máxima expresión:
con una música dramáticamente efectiva e innovadora
en armonía, melodía y ritmo. El preludio es ejemplar,
aludiendo tanto a la vida frívola de Violeta como a los
temas centrales de amor y muerte. Verdi rompe
esquemas musicales al iniciar con la imagen de la
muerte de la protagonista, pasando luego por sus
sufrimientos, su amor por Alfredo y, finalmente, la
despreocupada fiesta parisina.
El éxito de la ópera radica en su belleza vocal,
especialmente en el papel de Violeta, que evoluciona
de profundo y casi suicida, destacando virtuosismo a
lirismo el último acto por su intensidad psicológica.
Aunque no carece de convenciones, la obra brilla por
su riqueza melódica y recitativos cargados de
emociones, convirtiéndose en un hito injustamente
subestimado
En París y sus alrededores en 1850.
ACTO I
Un salón en casa de Violeta.
En el salón de Violeta, “la dama de las camelias” y a la sazón la cortesana más codiciada de París, se celebra una fiesta esplendorosa. La anfitriona se dirige hacia un grupo de recién llegados: el Marqués de Orbigny del brazo de Flora, y el barón Douphol, con evidente e inútil empeño de atraer la atención de Violeta. De repente aparecen en la puerta dos caballeros: Gastón, un joven noble, quien les presenta a su amigo Alfredo Germont.
Gastón informa a Violeta que Alfredo no ha dejado pasar un día sin preguntar por su estado de salud, durante su larga enfermedad, de la cual acababa de reponerse.
Violeta se levanta para proponer un brindis, pero como el barón se niega a pronunciarlo, la proposición recae en el neófito Alfredo, el cual, en vivo ritmo de vals, tributa homenaje a la hospitalidad, a la belleza femenina y sobre todo al amor. Violeta deja transparentar su emoción y el joven le insinúa sus sentimientos. Violeta promete volver a verle al día siguiente.
La fiesta ha concluido y se acerca el nuevo día. A solas, Violeta trata de apartar los pensamientos de su mente: algo nuevo ha invadido su ser y le infunde miedo, quiere huir de ello y refugiarse en el delirio de la existencia que ha llevado hasta ese momento, en el torbellino del desatinado “goce de la vida”.
ACTO II
Cuadro primero
Una casa de campo, no muy lejos de París.
Los amantes escapan de la presión de la vida en sociedad y se trasladan al campo, en las afueras de París. Alfredo se encuentra con Annina, la fiel criada que los ha acompañado al campo. Evidentemente, acaba de regresar de un viaje. Alfredo la interroga sorprendido y ella admite haber ido a París por encargo de su ama para convertir en dinero algunos de sus objetos de valor. Alfredo, que ha vivido todo ese tiempo feliz y despreocupado, decide regresar enseguida a París para reunir de algún modo el dinero necesitado por Violeta.
Llega entonces a la casa de campo el padre de Alfredo. Le pide a Violeta que se separe de su hijo ya que su hija, a punto de comprometerse con un hombre de buena familia, fracasará sin remedio su unión si Alfredo persiste en vivir con una cortesana. Aunque no pueda concebir la vida sin Alfredo, Violeta acepta sacrificarse y redacta dos cartas: una al Barón Douphol para rendirse a sus incansables requerimientos, y otra a Alfredo en la cual le comunicará el deseo de volver a su vida anterior.
Alfredo regresa y, destrozado por la noticia y descubriendo la invitación de Flora al baile que se celebrará esa noche en su casa, se dirige allí en busca de su amada.
Cuadro segundo
El salón de la casa de Flora.
En un grupo de hombres y mujeres disfrazados se comenta la separación de Alfredo y Violeta. Llega Alfredo y tomando asiento en una de las mesas juega alocadamente, ganando con una persistencia asombrosa. Al entrar Violeta, del brazo de su nuevo amante, el Barón Douphol, Alfredo hace alusión a su extraña suerte diciendo que es oportuna, pues necesita mucho oro para poder comprar los favores de una mujer perdida. La joven sufre en silencio este ultraje. Más tarde, Alfredo acabará por arrojarle a la cara una bolsa repleta de monedas y retará al barón en desafío. Llega el padre de Alfredo que, en busca de su hijo y al enterarse del escándalo, le reprende duramente por su inexplicable conducta, diciéndole que Violeta no merecía tal ultraje, pues se había sacrificado tan sólo por su dicha atendiendo a sus instancias. Al enterarse de la abnegación de su amada, Alfredo se refugia avergonzado en los brazos cariñosos de su padre.
ACTO III
Alcoba en casa de Violeta
Esta se halla acostada ya que el terrible mal que anida en su pecho la tiene postrada en el lecho desde hace varios días. Entra en la alcoba el doctor; la ayuda a levantarse, la acompaña hasta un diván y advierte reservadamente a Annina que sólo le quedan pocas horas de vida a su ama. Una carta del señor Germont informa a Violeta que su hijo salió ileso del duelo con el Barón Douphol y que irá a visitarla para implorar su perdón.
Llega al fin Alfredo y se arroja con pasión a sus brazos. El tierno coloquio que sostienen no hace más que precipitar, con su excesiva emoción, el inevitable final de Violeta. En un fuerte acceso de tos expira dulcemente en brazos del único hombre que ha amado de verdad. Alfredo derrama amargas lágrimas de dolor, mientras el doctor y Annina murmuran una plegaria por el alma de la infeliz pecadora que, si mucho pecó, también amó mucho.
VIOLETTA, soprano: Gabrielle PHILIPONET, Yeonjoo PARK
ALFREDO, tenor: David BAÑOS, Haruo KAWAKAMI
GERMONT, barítono: Paolo RUGGIERO
MARQUÉS D'OBIGNY, Bajo: Emanuele COLLUFIO
BARÓN DOUPHOL, Barítono: Aurelio PALMIERI
GASTON, Tenor: Federico PARISI
FLORA, Mezzosoprano: Leonora ILIEVA
ANNINA, Soprano: Sara CUNDARE
DOCTOR, Bajo: Aurelio PALMIERI
Documentación / Dossier
- DOSSIER-TRAVIATA-2025-ESP-OK-compressed.pdf
- DOSSIER-TRAVITA-2025-FR_compressed.pdf
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